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A Laura y Ferre nadie les contó que el camino más corto para recorrer cualquier trayecto era trazando una línea recta. De haberlo sabido, estamos seguros de que cualquier día ella hubiese bajado las escaleras de su casa y hubiese echado a andar hacia el este, donde el Mediterráneo nos regala esos amaneceres salados y espumosos; él hubiese hecho el recorrido inverso, hacia el atardecer anaranjado que nos brinda el oeste y, sin más, se hubiese desatado la magia.
Pero toda esta fantasía tuvo lugar de un modo más sencillo, más sincero... ciertamente ocurrió en el momento preciso, en el instante adecuado en el que dos personas se aman lo suficiente a sí mismos como para compartirse con otro, así que aquella noche una simple mirada bastó para que la electricidad les sacudiera de los pies a la cabeza. ¿Quién podría resistirse a esos ojos color mar? ¿Cómo dejarla escapar?
Él: amante incondicional del mar, las olas, la nieve; Ella: un volcán de sonrisa sincera, valiente y de principios firmes. Juntos: pura energía, magia y buen rollo.
Que se aman con locura no es un misterio, basta con ver cómo se miran, cómo bromean y cómo se buscan con la mirada. Sin duda, esa felicidad no es pasajera y van a seguir compartiéndose toda la vida.
Nadie empatiza tanto con una pareja como un fotógrafo cuando les dice: "quiéranse, que yo hago el resto". Muy agradecidos de haber sido partícipes de esta tarde y lo que queda por venir. ¡Nos vemos en el gran día!